¿Sabías que la Sierra de Aralar surgió hace cuarenta millones de años de un arrecife de coral? Esta es la razón por la que se han encontrado gran número de restos fósiles de conchas y otros animales marinos incrustados en sus rocas.
Con el tiempo, la sierra de Aralar se convirtió en el macizo rocoso que hoy conocemos y pasó a ser un lugar de gran carga espiritual para los habitantes de estas tierras; un lugar único que ha sido cuna de leyendas, creencias y diversas prácticas religiosas. Esto ha traído consigo que, además de restos fósiles, su paisaje también albergue el conjunto de monumentos megalíticos más denso en Navarra y País Vasco. Curioso para ser un antiguo mar ¿no?
Este no es el único caso de mar que se convierte en un paisaje diferente.
Hace seis millones de años, por ejemplo, el mar Mediterráneo se transformó en un lago salino gigante. Su agua se evaporó parcialmente por el clima seco de la región y por la reducción de la llegada de flujo desde el océano Atlántico. El levantamiento de la región también contribuyó a ello y vino originado por movimientos tectónicos que cerraron los estrechos. Esto supuso la reducción del nivel del mar en más de 1.000 metros y que el 10% de la sal del Océano Atlántico se depositara en su suelo.
Aquel periodo de cambios y de “sequía” del mar se conoce como Crisis de la Salinidad de Messiniense (MSC). Entre los efectos de aquella crisis encontramos, por ejemplo, la migración de mamíferos africanos hacia Europa (hay restos de camellos africanos de esa edad cerca de Valencia).
Después, el mar volvió a rellenarse. Fue gracias a la inundación Zancleana que devolvió el agua a su antiguo lugar de una manera violenta. El escarpe de Malta -un largo acantilado de piedra caliza submarina- dio lugar a una cascada de 1,5 kilómetros de altura (equivalente a cinco veces la altura de la Torre Eiffel).
La influencia de la actividad tectónica sigue siendo una de las principales razones de las grandes transformaciones que aún hoy están viviendo nuestros mares y continentes.
El Dallol africano es buena prueba de ello. Aquí tres grietas gigantescas que se ensanchan a una velocidad de 15 milímetros al año están dibujando un nuevo mapa. Dos de esas grietas son hoy el mar Rojo (golfo o cuenca del océano Índico entre África y Asia) y el golfo de Aden (entre la región del Cuerno africano y la península arábiga). La tercera aún no se ha inundado, pero lo hará. De momento ya ha dejado en el continente de África una inmensa marca que sube desde Tanzania, a través de Kenia y Etiopía. Es lo que se conoce como el Rift Valley (“Valle de la grieta”).
En el punto de unión de esas tres grietas se encuentra el Danakil, una depresión que ha sido inundada repetidas veces por el Mar Rojo. Del mismo modo que ocurriera en el Mediterráneo en plena Crisis de la Salinidad de Messiniense, aquí también los brazos de mar se han ido evaporando dejando en su fondo las sales que contenían sus aguas, lo que ha dado lugar a un desierto de sal.
Por otro lado, las tres grandes grietas que forman una enorme “Y” están separando la Península Arábiga de África y el Cuerno de África de su continente. Los geólogos han previsto una ruptura del continente africano que dividirá sus regiones nubia y etíope dentro de aproximadamente 50.000 años. El océano acabará rellenando el hueco resultante. El continente africano será más pequeño y aparecerá una gran isla en el Océano Índico con partes de las actuales Etiopía, Somalia y el cuerno de África.
Además de los cambios en la fisonomía del continente, esta partición acarreará la desaparición de los grandes lagos, desde el Victoria al Tanganica, y el aumento del riesgo de extinciones de flora y fauna en cascada.
Como se ve la combinación de tierra y mar ha formado parte de la historia de la humanidad y sigue teniendo gran influencia en ella. Desde mares que se secan hasta terrenos que se inundan, todo forma parte del ciclo vital terrestre.
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