Hace unos meses saltó a la actualidad la fabricación de las Gumshoes, unas modernas zapatillas de deporte cuya suela estaba realizada a partir de residuos de chicles. Detrás de esta iniciativa, nacida en Amsterdam, se encuentra la investigación de Anna Bullus. La joven diseñadora ha conseguido transformar el acetato de polivinilo (o goma xantana), con el que habitualmente se fabrican los chicles en un nuevo material, el Gum-Tec (marca registrada), un tipo de elastómero (polímero elástico) con el que se pueden fabricar múltiples objetos: zapatillas, botas de agua y otros muchos productos.
- Las zapatillas Gumshoes son sólo un ejemplo de iniciativa para combatir el exceso de residuos de chicle. Su fabricación ha nacido de la colaboración entre la organización “I love Amsterdam” (marca que vela por el desarrollo turístico sostenible de la ciudad holandesa), de la marca de moda Explicity y la empresa Gumdrop ,creada por Anna Bullus y en la cual colabora también la empresa Gumbuddy, que se encarga de la recogida de los chicles en contenedores específicos.
Una recogida que se debe hacer en óptimas condiciones. Hay que tener en cuenta que cada suela de las Gumshoes incorpora un 20% de goma de mascar reciclado, aproximadamente un kilo de chicles por cada cuatro pares de zapatos. Desde Gumbuddy señalan que “para que ese proceso de reciclaje sea sostenible, se necesita mucha goma de mascar. Sin embargo, este tipo de residuo generalmente se deshecha o en las papeleras o en los contenedores convencionales, lo que dificulta su posterior utilización”.
Por eso, muchas voces abogan por generalizar el uso de contenedores específicos para depositar en ellos los chicles y facilitar así reutilización. De hecho, en Gran Bretaña y Holanda cada vez es más común ver recipientes específicos para este tipo de residuo. Gracias a ellos, y a campañas publicitarias que informan de cómo deshacerse correctamente de los chicles, se ha logrado reducir entre un 25 y un 40% los restos de goma de mascar en las calles.
Esta reducción ha permitido también minimizar el coste de la limpieza de los restos de chicles en las calles, un problema que preocupa a las autoridades competentes de todo el mundo que ven que los barridos, baldeos o fregados tradicionales no son suficientes para la eliminación de estos residuos.
Algunas ciudades como Singapur prohíben directamente el uso de chicles, a no ser que su consumo sea terapéutico. Otras ciudades como Roma o París luchan contra ellos con medidas coercitivas como las multas, por el alto coste que supone su limpieza (entre 16 céntimos y 3 euros por chicle).
Por otra parte, los residuos de chicle provocan problemas en el medioambiente, ya que los polímeros artificiales que se utilizan en su fabricación tarda alrededor de cinco años en desaparecer, en el mejor de los casos.
Para hacer frente a estos problemas el Consorcio Chiclero de México, que agrupa a 56 cooperativas productoras y distribuidoras de chicle, propone el consumo de Chizca, la primera goma de mascar certificada 100% natural y biodegradable y que en España la distribuye una empresa gaditana. No es la única iniciativa de este tipo.
En Gran Bretaña, país especialmente concienciado con el problema, también cuentan con una marca de chicles biodegradables, Simply Gum, que se puede encontrar en las superficies comerciales de la marca Iceland. Esta marca realizó un estudio de mercado previo sobre el consumo de chicles y los datos revelaron que de las 100.000 toneladas de chicle que se consumen al año en Gran Bretaña, el 95% acaba contaminando las calles de las ciudades.
Algunos artistas como Maurizio Savini echan mano de su creatividad para concienciarnos sobre la problemática de estos desechos. Sin embargo, como nos muestran los ejemplos de Amsterdan o Gran Bretaña, la concienciación y la disponibilidad de contenedores específicos parecen ser una buena medida para evitar unos residuos que contaminan y afean las calles de nuestras ciudades.
Foto: Karina Miranda en Unsplash
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