El 29 de septiembre se celebra el día de la Reducción de Desperdicio Alimentario. Se estima que el 42% del desperdicio alimentario se produce en los hogares y el 5% correspondería al sector de la distribución, lo denominado “alimento fresco”.
La Mancomunidad de la Comarca de Pamplona junto al Banco de Alimentos de Navarra vieron ya, hace diez años, la posibilidad de aprovechar esos productos que no eran aptos para la venta, pero sí para el consumo y empezaron a colaborar juntos. De forma periódica recorrerían supermercados y grandes superficies para recoger el producto perecedero o próximo a su fecha de caducidad que después distribuirían a las personas usuarias de dicho banco. Aquello fue una experiencia pionera.
Y es que por aquel entonces ni siquiera existía la Plataforma Europea sobre Pérdidas y Desperdicio Alimentario,-nació en 2016-, que tiene entre sus objetivos potenciar iniciativas parecidas. Quizás por ello, el reconocimiento a la misma llegó de múltiples lugares: mejor práctica en Desarrollo Local Sostenible 2013-2014; una de las nueve buenas prácticas más relevantes en alimentación y sostenibilidad en 2015, según el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente; y múltiples consultas sobre el procedimiento para replicarlo en otros municipios. “Nos sorprende especialmente la extrañeza de profesionales técnicos cuando ven que es una iniciativa que no tiene que ver con asuntos sociales”, explica Carmen Lainez,directora del área de residuos de la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona.
Según los últimos datos disponibles, en lo que llevamos de 2020 se han recogido 219,44 toneladas en 64 establecimientos de la Pamplona y su Comarca pertenecientes a 17 empresas de distribución. “En el mes de julio alcanzamos la cifra mensual más alta de todos nuestros registros con 52 toneladas, especifica Lainez.
Cada día, cuatro personas de Elkarkide (empresa de iniciativa social sin ánimo de lucro) y dos vehículos isotermos se encargan de la recogida de unos 1700 kilos de alimentos con un sistema que asegura la seguridad y trazabilidad de todo lo recogido. “Es un proyecto especialmente interesante y bonito también por la vertiente de integración de personas en riesgo de exclusión social que son las encargadas de las recogidas” explica Carmen Lainez. Son alimentos frescos que presentan un aspecto poco “comercial” o algún golpe, otros que están a punto de caducar, etc. En definitiva, alimentos que son aptos para el consumo pero no así para la venta, “Nos gustaría no obstante seguir redondeando el servicio con nuevas vertientes como la elaboración en otros formatos de verduras y frutas frescas que igual no están para entregar a nadie pero de las que todavía se puede sacar partido en cremas, mermeladas, etc.” .
Como se ve, se trata de un proyecto que tiene muchos elementos “para hacerlo especial y que es perfectamente replicable”, concluye Carmen Laínez como una llamada a implementarlo, allá donde sea posible, y conseguir reducir los residuos alimentarios, al tiempo que se da un servicio a la sociedad.
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