Listones de madera de nueve centímetros de ancho que cubren una, dos o más plazas de aparcamiento, rematados con un nuevo mobiliario adaptado a la zona. En menos de cinco horas se crea un lugar para estar, para conversar, para disfrutar dentro de la ciudad, en el mismo punto en el que el día anterior los vehículos eran dueños y señores del espacio.
Esta práctica responde al experimento urbano sueco «Ciudad de un minuto» enmarcado en un proyecto gubernamental llamado Street Moves. Su objetivo es descubrir cómo se transforma el espacio urbano cuando desaparecen los automóviles y qué se debería hacer para que las calles fueran más saludables y sostenibles.
Cada vez hay más iniciativas de este tipo a nivel mundial que apuesta por reducir el protagonismo del tráfico rodado en el centro de las ciudades.
En Los Ángeles, por ejemplo, el activista Ron Finley plantó verduras y árboles frutales junto a la acera en el centro-sur de la ciudad. “Jardinería de guerrilla» lo llamó.
El estudio de diseño Rebar, alquiló plazas de aparcamiento con parquímetro en San Francisco y las convirtió en extensiones de la acera temporales.
Y en París se ha implantado con éxito la «Ciudad de 15 minutos», un modelo en el que todos los servicios esenciales deben estar a menos de 15 minutos a pie o en bicicleta.
En Barcelona y Vitoria, por su parte, ya han puesto en marcha las supermanzanas, cierre al tráfico de algunas calles contiguas que persigue la creación de nuevas células urbanas. Los vehículos solo pueden circular por los perímetros de las áreas designadas, mientras que el resto del espacio queda a disposición de los peatones.
Todas ellas pretenden reconquistar espacios y hacer de las ciudades lugares más amables para sus habitantes. ¿Realidad o utopía?
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