Japón, uno de los países tecnológicos por antonomasia, también es la cuna del shinrin-yoku (baño de bosque en japonés), una práctica que consiste en pasear por el bosque de una forma meditativa y pausada. El concepto está inspirado en sus dos religiones oficiales, el sintoísmo y el budismo, que veneran los espíritus de la naturaleza y por lo tanto consideran los bosques como el reino de lo divino.
El shinrin-yoku, además, desde la década de los 80 forma parte de un programa de salud nacional que consiste en conectar con la naturaleza. Se calcula que al menos dos millones y medio de japoneses participan cada año este programa, en el que los guías o terapeutas forestales. A través de estos guías quien participa aprende a dedicar tiempo a experimentar sensaciones, a respirar profundamente, a percibir aromas, a sentir el contacto del aire, a descubrir texturas…
El lugar donde más estudios se han realizado para analizar los beneficios de esta práctica en la salud es Japón (Yoshifumi Miyazaki es uno de los investigadores más conocidos). Pero no el único. La Universidad de Michigan ha hecho varios descubrimientos, como la Universidad de Stanford o la de Bristol. Tal y como ya comentábamos en nuestro post “Dese un baño en el bosque”, la bibliografía que existe a nivel internacional es amplia y entre las conclusiones que se extrae de ella destaca que:
- Frente a paseos que podemos dar en la ciudad, esta clase de paseos forestales permiten que los niveles de la hormona del estrés cortisol bajen en un 12,4%.
- La presión arterial también puede llegar a bajar un 1,4%.
- En algunos de los estudios realizados (Salud y Estudios de Campo de Chiba University), la incidencia de infartos se redujo en un 5,8%.
- El contacto con la naturaleza aumenta la actividad en áreas del cerebro vinculadas con la empatía y las emociones.
- Los baños forestales aumentan el nivel de las llamadas células NK, sigla de natural killers o asesinas naturales, un tipo de glóbulo blanco que permite combatir enfermedades.
- Estas caminatas pueden tener un efecto reparador en nuestra habilidad para concentrarnos y recordar cosas.
- Se reduce la ansiedad y la depresión.
Pero ¿cómo es esto posible? Según estudios científicos los responsables de gran parte de estos beneficios son los aceites naturales llamados fitoncidas; unos aceites que los árboles utilizan para combatir los hongos, bacterias e insectos. La concentración de esta sustancia aumenta en el aire a medida que suben las temperaturas, y desprende unos compuestos orgánicos aromáticos y volátiles, conocidos como terpenos que el ser humano percibe por el olfato.
Aunque la mejor forma de experimentar lo descrito es acudir a un espacio forestal natural, no hay que olvidar que el contacto con la naturaleza, y los beneficios que de ello se desprende, también puede darse desde el propio centro urbano.
Por ejemplo, un estudio del investigador Roger Ulrich concluyó que las vistas a un espacio natural desde una ventana pueden ayudar al paciente a recuperarse más rápidamente.
Dar paseos cortos por el parque durante la hora de comer puede ayudarnos a desconectar del estrés laboral, mientras nos invita a disfrutar de un momento sin prisa. Visitar un jardín botánico con todos los sentidos abiertos puede ser también una buena opción para sentir el pulso de la naturaleza. Por último, participar en un huerto urbano nos permitirá interactuar con una tierra y con unas plantas que tienen mucho que enseñarnos.
Y dentro del hogar no hay duda que cuidar plantas o incluso crear un jardín vertical pueden contribuir a que alcancemos ese bienestar que buscamos.
¿Quién se resiste a probar?
*Imagen: pixnio.com
Fuentes:
http://www.xn--institutodebaosdebosque-4hc.com/
https://www.bbc.com/mundo/noticias-40608179
https://elpais.com/elpais/2018/04/13/buenavida/1523624125_320240.html
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