Durante muchos años las técnicas de poda del trasmoche y del ipiñabarro cincelaron nuestros bosques y alimentaron carboneras y astilleros. Era la manera que nuestros leñadores conocían de explotar madera sin talar árboles. En la actualidad, ya apenas se utilizan, pero no hay duda de que ha dejado su huella en nuestra historia y en nuestros paisajes.