El 7 de abril se celebra el Día Mundial de la Salud que este año responde al lema: «Nuestro PLaneta. Nuestra Salud».
No es la primera vez que hacemos alusión a lo estrechamente relacionada que está la salud del planeta con la del ser humano. De hecho, en un post de enero de enero de 2021 afirmábamos que «Las consecuencias de la crisis de la covid han dejado al descubierto muchas deficiencias en la gestión de los desafíos medioambientales y ha demostrado que nuestra salud y la de la naturaleza están íntimamente ligadas.» (leer aquí)
Hoy hemos recurrido a dos especialistas en la materia, a Julio Díaz y Cristina Linares, investigadores de la unidad de referencia en cambio climático, salud y medio ambiente del Instituto Carlos III.
Su trabajo, además de desarrollarse en el ámbito de la investigación y el estudio, también lo hace en el de la divulgación, ya que ambos la consideran como parte fundamental de su trabajo. “Sólo cuando la gente comprende, actúa”, afirman. Por eso, desde 2015 alimentan su cuenta de Twitter @ensgismau que en la actualidad cuenta con 7.150 seguidores. Además, dan charlas, imparten cursos, colaboran con medios de comunicación, etc.
Su objetivo es hacer comprender a la población que la salud del planeta y la del ser humano están íntimamente ligadas y que la crisis climática es una de las grandes amenazas que soportan.
Y para muestra un botón. En la actualidad estamos intentando librarnos de una pandemia que ha sido producida por una enfermedad zoonótica directamente ligada al cambio climático.
Esta situación exige cambios drásticos y urgentes, que, sin embargo, parece que se están produciendo más lentamente de los que se desearía. De hecho, durante la pandemia muchas voces fueron las que se alzaron y previeron que la sociedad iba a salir concienciada sobre los problemas que acechan a la humanidad, “pero nos equivocamos –se lamenta Julio-. En 2021 subieron las emisiones de CO2 un 6%… En abril de 2020 me preguntaron si íbamos a salir más reforzados de la pandemia y yo dije que sí… ¡mejor hubiera estado callado!”
Desde hace décadas se lleva hablando de la relación entre la salud y el medio ambiente y de los peligros de su deterioro, pero el mensaje no llega a calar demasiado o, al menos, no lo suficiente como para que nos haga tomar decisiones que comprometan nuestra comodidad y nuestro estilo de vida. “Es verdad. Nos resistimos a dejar el coche aparcado, por ejemplo, o a consumir menos, pero no sólo es responsabilidad de la ciudadanía”.
Y en este punto, ni Julio ni Cristina eluden su responsabilidad como divulgadores científicos. «Se ha perdido mucho tiempo en no relacionar los temas medioambientales con la salud humana. Durante mucho tiempo se ha ligado el cambio climático a la imagen del oso polar escuálido sobre el iceberg. Eso ha contribuido a que, cada vez que se hable de medioambiente y de cambio climático, se piense en la amenaza para los animales y no en nuestra salud. Se conoce desde hace años que la contaminación afecta a la salud, sobre todo de la infancia y personas mayores. Las bronquiolitis infantiles están ligadas al cambio climático y acaba de aparecer un estudio que dice que el asma crece mucho más en las ciudades debido a la mala calidad del aire. Ha hecho falta una sentencia de los tribunales de Reino Unido sobre la muerte de una niña por un problema respiratorio para que apareciera la contaminación como causa…. Si no se habla de que el medioambiente es salud y la salud es medioambiente, mal vamos a tener en cuenta otros aspectos y no se nos va pasar por la cabeza dejar el coche, por ejemplo, en casa para no contaminar”.
Sin embargo, ambos coinciden en afirmar que «los cambios tienen que venir de arriba. Llevamos mucho tiempo dándole el peso a la ciudadanía, diciéndole qué tiene que hacer, cómo lo tiene que hacer; pero no hay apoyo desde arriba, de las instituciones. Los cambios individuales son importantes, pero las transformaciones colectivas son las que obligan, las que hacen que la gente cambie. Es importante el apoyo institucional, pero a nuestros gobernantes les falta formación, sensibilidad y educación ambiental. Parece que tienen miedo a enfrentarse a los problemas complejos, que les da pereza abrir ese melón en el tiempo en el que vayan a estar en el poder. Y está claro que el cambio climático es el problema más complejo al que nos hemos enfrentado hasta ahora. Pero para las instituciones es un tema incómodo. El 28 de febrero se publicó el informe del IPCC (Panel de Expertos de Cambio Climático) y el Ministerio de Sanidad no ha dicho nada, no ha sacado ni un tuit relacionando la salud y el cambio climático. Con el episodio de calima del Sahara, tampoco lo hizo, ¡y eso que estábamos respirando aire lleno de partículas de arena! El Ministerio de Sanidad sigue hablando del VIH, del alcohol y de la pandemia, pero no habla del cambio climático ni de sus riesgos. ¿Por qué no hay concejalías, consejerías y direcciones generales de medioambiente y salud?».
A su entender los ministerios de Transición Ecológica y Sanidad deberían trabajar de forma conjunta, porque los riesgos a los que se nos enfrentamos diariamente por los problemas medioambientales son diversos.
Julio y Cristina lo tienen claro:
– La contaminación acústica tiene un impacto al menos similar al de la contaminación química en mortalidad y en ingresos hospitalarios. Pero como no se ve no es un problema. Al ruido de tráfico no se le presta ninguna atención. Solo se habla del ruido de ocio, cuando el ruido del tráfico es algo que soportamos todos los días en los entornos urbanos.
– La salud mental. Se está viendo cada vez más asociaciones entre el deterioro del medioambiente y el de la salud mental, Los fenómenos meteorológicos extremos (sequías, olas de calor, inundaciones) además del ruido, de la contaminación afectan mucho a la salud mental. No solo son casos de ecoansiedad, sino brotes de enfermedades mentales ligadas a estos fenómenos climáticos. Aquí hay un campo importante para investigar. Todos estamos expuestos a ellos».
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*Fuente: sapienscuriosa.blogspot.com
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