Publicado

SukkhaCitta, la slow fashion de Yakarta

Vivimos en un mundo cambiante en el que la inmediatez y la premura se ha convertido en una constante. Sin embargo, la slow fashion o moda lenta parece revelarse ante ese ritmo y establecer sus propias reglas de juego por las que, el cuidado del medio ambiente y de la comunidad de personas se convierten en prioridad. La empresa SukkhaCitta de Indonesia es una buena muestra de ello.

- - - - - - - - - -

Prendas de alpaca de origen ético, tejidos en Perú; cuero vegano extraído de cactus y naranjos sicilianos; Angelina Jolie y su taller para transformar prendas en nuevos diseños exclusivos… Parece que la “slow fashion” o moda lenta empieza a calar en la sociedad.

En Indonesia existe la empresa SukkhaCitta que lleva ese principio impreso en su ADN. No en vano para confeccionar sus prendas requiere de un proceso de entre 60 y 180 días. Y eso sí, si la demanda de un producto se dispara y los elementos no lo permiten, la empresa simplemente agota sus existencias.

Todas las telas de la colección están confeccionadas con materiales cien por cien vegetales (fibras naturales, tintes vegetales de cultivo regenerativo…) Las fibras de algodón se hilan a mano y se tejen en telares manuales. Las telas las decoran artesanas indígenas expertas en batik, una técnica de dibujo a mano con cera. Luego se sumergen en cubas de color, se secan al sol y se cortan y cosen. Una vez hecha la ropa se envía a la tienda insignia de SukkhaCitta en Yakarta, o se comercializa por internet o se vende en establecimientos selectos de Singapur y Nueva York.

Riadini-Flesch, su fundadora, cree que empoderar a las personas consumidoras permitirá que comprendan el valor de lo que se paga y del tiempo que hay que esperar para obtenerlo.

Porque esta marca de ropa, además del valor que aporta por el cuidado que ejerce sobre el medio ambiente, se ha convertido en motor económico para cientos de agricultores y artesanas de Java, de Bali, Flores y Timor Occidental.

Y eso, en un lugar como Indonesia, donde el 9% de su población (unos veinticuatro millones de personas) aún sigue pasando dificultades para ganarse el sustento, es algo a tener muy en cuenta.

Su historia comenzó cuando una joven Riadini-Flesch conoció a tres artesanas de batik, una técnica tradicional de teñir prendas. Las mujeres le contaron que habían aprendido el antiguo oficio de sus madres, quienes siempre habían utilizado tintes naturales para dar color a las telas.

Pero, ante la necesidad de confeccionar ropa de una manera más rápida, las artesanas se habían pasado a los tintes químicos más baratos y fáciles de conseguir, aunque les dañaran los pulmones y contaminaran las aguas y los suelos donde los utilizaban.

Paralelamente, Riadini-Flesch observó que los agricultores habían abandonado el cultivo del algodón para dedicarse a monocultivos como el maíz. Aquello degradaba los suelos y afectaba a florifauna acostumbrada a beneficiarse de la diversidad de cultivos.

El añil siempre había sido una planta presente en los paisajes de Indonesia y tradicionalmente se había utilizado para teñir telas. Riadini-Flesch propuso a los productores el cultivo de una variedad resistente, añil de Assam, que podía crecer en ambientes sombríos (y de ese modo no era necesario talas los bosques existentes), al tiempo que permitía también el fomento de una técnica indígena llamada tumpang sari,  un cultivo mixto de diversas plantas.

De esta manera, el algodón se plantó junto al maíz que le proporcionaba sombra, los pimientos picantes ayudaron a controlar plagas y los cacahuetes añadieron nitrógeno al suelo.

En 2019 aquella joven emprendedora consiguió abrir su primera escuela de artesanía con la fundación Rumah SukkhaCitta,  financiara con los beneficios de la propia empresa, además de con donaciones, subvenciones. La escuela organizaba talleres en los que las artesanas enseñaban la técnica del batik a las generaciones jóvenes y los agricultores demostraban los beneficios del cultivo mixto que, además de administrar el algodón necesario para la confección de las prendas de SukkhaCitta, alimentaban mejor a sus familias, ya que obtenían un excedente de verduras y frutos secos que podían consumir o vender.

En los últimos cuatro años la marca ha abierto otras cuatro escuelas de artesanía, ha lanzado una plataforma secundaria para suministrar a terceros sus materiales regenerativos y ha establecido colaboraciones con once aldeas. Hasta ahora ha ayudado a las comunidades a transformar unas 50 hectáreas de suelo agrícola comercial, con impacto directo sobre más de 1500 habitantes de la zona. En 2030 espera haber aumentado esa cifra a 970 hectáreas y 10.000 habitantes.

Además, las ventas de SukkhaCitta están aumentando entre un 31% y un 40 % al año, lo que permite a la empresa mejorar el nivel de vida de los habitantes de las aldeas con las que colabora y destinar parte de los beneficios a financiar subvenciones para aquellas personas interesadas en adquirir tierras de cultivo.

Si quieres saber más sobre ropa sostenible:

Residuo textil como materia prima

¿Qué pasa con la ropa que ya no utilizamos?

La necesidad de un consumo crítico

 

Fuente: National Geographic, octubre 2025

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.