Tal y como comentábamos en un anterior post, el 70% de las enfermedades humanas surgidas en los últimos 40 años son zoonosis, es decir, han saltado de los animales al ser humano. La gripe aviar, el sars, el ébola, la gripe porcina, y, por supuesto, la covid-19 son ejemplos de que la destrucción de los equilibrios naturales, aunque sean mínimos, siempre trae consecuencias. Por lo tanto, se puede afirmar que nuestra salud y la de la naturaleza están íntimamente ligadas.
Según el escritor e historiador Yuval Noah Harari (“Homo Sapiens”, “Homo Deus”, etc.), en una entrevista realizada por los encuentros del Foro TELOS 2020, con respecto a la pandemia, “no lo estamos haciendo del todo mal. Estoy seguro de que ahora tenemos todo el conocimiento científico que necesitamos para superarla. En comparación con otras epidemias anteriores, como el sida, la gran epidemia de gripe de 1918 o la peste negra, creo que ahora estamos muchísimo mejor. Sin embargo, en otros ámbitos existen muchos motivos de preocupación porque no hay cooperación en todo el mundo en cuestiones como, por ejemplo, el desarrollo de un plan económico global o medioambiental. (…) Debemos recordar que seguimos siendo animales y, como tales, formamos parte del ecosistema. En cierto modo, podemos decir que la naturaleza ha sido benévola con nosotros, ya que solo nos ha lanzado un pequeño aviso. La Covid-19, en lo que a las epidemias se refiere, es algo relativamente leve. De alguna manera, la naturaleza nos está diciendo qué es lo que puede llegar a pasar si no tratamos el problema medioambiental”.
Y parece que la experiencia le da la razón y que el ser humano es el mayor perjudicado si la relación con el medioambiente no mejora. De hecho, cuando él enferma y su actividad desciende, la naturaleza se recupera.
Múltiples estudios confirman que la desaceleración de nuestra forma de vida, asociada al control del virus mediante confinamiento supuso una mejoría de la calidad del aire que respiramos.
Durante la semana del 14 al 21 de marzo Greenpeace anunciaba que en Madrid los valores medios de dióxido de nitrógeno apenas habían alcanzado el 40% del límite fijado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Unión Europea (UE). Y algo parecido ocurría en Barcelona. Según investigaciones de la Universidad de Yale, entre mediados de febrero y mediados de marzo en China la polución descendió a niveles históricos (hasta el 20 y 30%).
Sin embargo, en julio, con la actividad del gigante asiático reactivada, los índices de contaminación eran superiores a los del año pasado. A consecuencia de ello, el cómputo global del año dio como resultado solo un 8% de descenso.
Algo parecido ocurrió con la deforestación del Amazonas. La pandemia parecía que iba a permitir no llegar a los niveles alarmantes de años anteriores. Sin embargo, a finales del 2020 se constató que la desforestación había sido mayor que la del 2019, con todos los problemas medioambientales a nivel mundial que ello origina. Por ejemplo, el número y la virulencia de los huracanes. El Centro de Predicción Climática de la NOAA ya previno de que en otoño se predecía en el Atlántico una probabilidad del 60% superior a lo normal en cuanto a la existencia de huracanes. Y no se equivocó. Desde octubre la lista regular de nombres que se utiliza para nombrar a las grandes tormentas estaba agotada y se tuvo que recurrir al alfabeto griego para nombrar las cuatro que dieron en ese tiempo: Delta, Epsilon, Eta e Iota.
La covid-19 también nos ha traido un repunte del residuo plástico: guantes, mascarillas, protectores faciales, mamparas, envases alimentarios…Los datos que nos ofrece Ecoembes nos dicen que la recogida de plásticos se ha incrementado un 15% desde que comenzase el confinamiento. Vemos que los supermercados han disparado la venta de alimentos envasados. Según Nielsen, las compras a domicilio, en las que se usa más plástico, aumentaron un 74% durante la segunda semana del confinamiento, entre el 23 y el 29 de marzo, en comparación con el mismo periodo del año anterior.
Según un informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) («COVID-19 y el medio ambiente de Europa: impactos de una pandemia mundial«), la crisis de la covid ha dejado patente la necesidad urgente de abordar los desafíos ambientales que afronta Europa y el mundo entero.
Quizá esté llegando el momento de hacer frente a esos desafíos ya que todo parece indicar que eso no sólo beneficiará al medio ambiente, sino también a la salud y al bienestar de nuestra sociedad.
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