Entre todas las consecuencias que ha traído consigo la crisis socio sanitaria de 2020 está el cambio de hábitos a la hora de comprar. A nadie se le escapa que el comercio on-line ha experimentado un gran auge y, aunque eso reporta grandes beneficios a nivel de comodidad, también supone un gran perjuicio ambiental (además de otros).
Según una encuesta del INE, el uso de comercio electrónico ha subido cuatro puntos en el último año (del 58% de 2019 al 62,6% de 2020). Esto, que a priori no es más que una cifra, se traduce en efectos ambientales tales como el incremento de la huella de carbono.
Según datos distribuidos por Amazon, por ejemplo, su huella de carbono de 2018 (antes de que se produjera el auge post-covid) era ya de 44,4 millones de toneladas de CO2, mayor que la de nueve de los 27 países de la Unión Europea. En 2019 había aumentado un 15% alcanzando las 51,17 millones de toneladas de CO2.
Esta compañía, como el resto de paquetería, dependen de aviones y camiones para enviar millones de artículos por año. Por lo tanto, la incidencia del aumento del comercio electrónico no solo se nota en la huella de carbono, sino que también en la circulación de las ciudades. En una ciudad como Madrid, por ejemplo, el transporte de mercancías supone el 38% del peso total del tráfico urbano, con todo el impacto que ello supone en los atascos y la contaminación.
Esa contaminación se multiplica en lo que el colectivo de expertos denomina “la última milla”, el trayecto desde el centro de distribución al hogar u otro lugar de destino. Si a esto sumamos los intentos de entrega fallidos por ausencia de la persona destinataria nos encontramos con un aumento de desplazamientos que repercute directamente en las emisiones de CO2 y en las dificultades de movilidad en la ciudad. Igualmente, si tenemos en cuenta que se devuelve uno de cada tres pedidos que se realizan nos encontramos con otro aumento que en las compras de comercio local no son tan frecuentes.
Los residuos derivados del embalaje suponen otra carga del comercio electrónico. Los envoltorios representan ya el 30% de los residuos sólidos en Estados Unidos. Es cierto que tanto el cartón de los envíos como el plástico se pueden reciclar, pero eso depende de la separación en origen, es decir, de que en los hogares, establecimientos o fábricas se gestionen correctamente los residuos, algo que en ocasiones no ocurre. Y esto tiene sus consecuencias. En palabras de David Campión, presidente de la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona: “cada bolsa de basura que enterramos sin tratar es una bala contra el clima del planeta, una bala que estará contaminando y emitiendo gases de efecto invernadero los próximos treinta años”.
Ante esta realidad Greenpeace propone que la paquetería sea retornable, que sea adecuada al tamaño del producto para optimizar el número de envíos que se pueden hacer en cada medio de transporte y reducir los plásticos de los mismos, entre otras medidas para paliar el problema del embalaje.
Como se ve, se hace necesario tomar medidas para minimizar los efectos de un tipo de comercio que va creciendo cada día y que está causando unos efectos adversos con los que no contábamos. Por lo tanto, no hay duda de que la mejor manera de controlarlos es hacer siempre una compra responsable y ser conscientes siempre de lo que está en juego.
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