La periodista ambiental Laura Villadiego viajó en 2012 a Camboya y allí vio qué hay detrás de lo que consumimos. “Vi que si compro una lámpara por tres euros las personas que la han manufacturado no es que tengan un coste de vida menor que el mío, sino que simplemente están explotadas; que hay mujeres que perciben un salario de 56 euros mensuales cuando allí la cesta de la compra cuesta 100 euros… Y me cabreé”.
En las mismas fechas una amiga suya periodista viajó a Brasil y en sus escritos reflejaba lo mismo: condiciones laborales ínfimas, silencio de Europa…
Y así llegó a la conclusión de que su experiencia no era algo aislado, sino que respondía a un patrón sistémico en el que la esclavitud ya estaba abolida pero que las personas pertenecieran a otras personas por cuestiones económicas no.
Y así nació “Carro de Combate”, un colectivo dirigido por cinco personas y dedicado al periodismo independiente, que investiga el origen de los productos que consumimos.
“Y esto es incómodo. Si en nuestros artículos mencionamos expresamente a algunas empresas, no se nos publica en los medios tradicionales. Según qué temas tratas en las redes sociales, el algoritmo te machaca… Pero es importante conocer y publicar la trazabilidad de lo que consumimos. Porque hay industrias agroalimentarias que están relacionadas con el agronegocio que degrada los lugares de origen y la subsistencia de las poblaciones locales, que las expropia y contamina sus campos con pesticidas. Porque hay personas secuestradas en alta mar dedicándose a la pesca del pescado que luego comemos. Porque las materias primas importadas en Europa tienen que estar trazadas para impedir la desforestación…”
Sin embargo, lo que buscan no es sensibilizar a la población, sino empujarle a un consumo crítico y responsable. “Lo que queremos es que se cabree. Porque el sistema nos empuja a comprar sin pensar. Y no. Hay que tener criterio. Y nos tenemos que convertir en prosumidores/as, en consumidores/as que realizamos otras tareas además de las que nos corresponden, por ejemplo, el cheking en el super. No queremos que la gente se sienta culpable, sino que sea consciente de que nos quieren manipular”.
Son conscientes de que no es tarea fácil, “de hecho es casi imposible luchar contra las grandes empresas. Pero hay que intentarlo”, y que la ciudadanía cumple un papel fundamental en la lucha que han emprendido. “La información que tiene es clave. Es cierto que el consumo es una herramienta política, pero la sociedad se tiene que parar a pensar en el impacto social y medioambiental que tienen los procesos que se han seguido en la producción de lo que consumimos. Que cumpla un mínimo de garantías”.
El cumplimiento de la norma, a menudo lleva a un encarecimiento del producto. “Es verdad. Pero ¿qué queremos? Por ejemplo, Estados Unidos nos invade con productos baratos, modificados genéticamente, con los que elaborar piensos para los animales que luego comemos. Eso desplaza a las producciones tradicionales de Europa… ¿Eso queremos?”
Laura aboga por los supermercados cooperativos, en los que se hace una selección cuidadosa de lo que se vende, y, sobre todo, por un consumo menor del actual. “Tenemos que pensar en lo que necesitamos y en lo que no. España consume en la actualidad 3,5 planetas Tierra, o sea, que nos sobran 2,5”.
Y ahí nos deja, rumiando sus palabras, pensando si seremos capaces de llegar al consumo critico que reivindica, mientras ella afila el lápiz para proseguir con su activismo medioambiental y social.
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