Tal y como explicábamos en un post anterior, hace 200 millones de años, el mar cubría buena parte de la Península Ibérica.

En consecuencia, la sal cubrió muchas de las tierras que hoy conocemos y se convirtió en un producto muy valioso, por ejemplo, para la conservación de los alimentos. Tanto es así que incluso la prestación de servicios de soldados y guerreros que velaban por la seguridad y el honor de los territorios se pagaba con este elemento, que tomó el nombre de salario.

En muchos lugares aún hay reminiscencias de la actividad de aquella extracción de sal. De, hecho, muchos pueblos y localidades responden al término de Salinas.

En la Bahía de Cádiz también se desarrolló esta actividad. Suponía un enclave geoestratégico importante por su comercio con América. Pero la invención de los refrigeradores y de la industria del frío en general hizo que su sal perdiera el protagonismo que tenía.

Ese retroceso económico ha llegado a nuestros días. Si en los años sesenta en sus marismas había alrededor de 160 salinas, hoy tan solo subsisten cinco.

Esa es la razón por la que se fundó el Fondo para la Custodia y Recuperación de la Marisma Salinera -SALARTE. Se trata de una organización sin ánimo de lucro, fundada en 2012 por un grupo de profesionales independientes, y con la vocación de recuperar, gestionar y poner en valor la marisma salinera de la Bahía de Cádiz (entre otras) mediante iniciativas científicas, medioambientales, etnográficas, económicas y socioculturales.

Salarte trabaja en la gestión sostenible de la marisma para que genere beneficios sociales y económicos, potencie la biodiversidad y refuerce el vínculo ciudadano con el territorio.

Y es que, al margen de las salinas, las marismas en sí son importantes sumideros de CO2 y un enclave privilegiado para la biodiversidad. Camarones, langostinos, lenguados, doradas y lubinas se dan cita en sus aguas, mientras flamencos espátulas y cigüeñas, entre otras aves, encuentran a su disposición un fresco y sabroso self-service. Por ello exigen una atención especial.

Una manera de atraer la atención ha sido la de abrir el restaurante “A poniente”. Allí, el chef Ángel León sorprende con sus platos elaborados con microalgas, o con organismos bioluminiscentes, hierbas de la playa o gramíneas acuáticas.

Pero no ha sido la única.

La organización Salarte, a través de SEO BirdLife, ha incluido a la bahía de Cádiz en el proyecto europeo “Saltpan Initiative” financiado por la Fundación MAVA través de BirdLife International, para la realización de trabajos de restauración de sus salinas.

Por otra parte, en colaboración con la Universidad de Cádiz, está llevando a cabo algunos trabajos de mejora y aumento de la superficie destinada a la nidificación de las especies de aves limícolas que se reproducen en la salina La Esperanza, situada dentro del Parque Natural Bahía de Cádiz.

Y además está produciendo el documental ‘Saltpan Initiative Salinas y Esteros: humedales que conectan vidas’ sobre la importancia de los humedales costeros y las salinas en la migración de las aves y el papel del ser humano en la gestión y el aprovechamiento sostenible para su conservación.

Porque si algo tiene claro esta organización es que la implicación de la sociedad es primordial para llevar a buen término todos los proyectos, ya que, si las personas ven las ventajas de tener una marisma sana, se volcarán para mantenerlas así. Por eso desarrolla acuerdos de custodia del territorio e impulsa iniciativas científicas, sociales, culturales, económicas, etnográficas y ambientales.

Como reza en su propia página web: “Trabajamos para mejorar la calidad ambiental y el bienestar de la sociedad potenciando la biodiversidad. Ansiamos recuperar el orgullo de ser marismeño, salinero y gaditano”.