Peio Oria Iriarte es el delegado territorial de la Agencia Estatal de Meteorología en Navarra. Hablamos con él para que nos explique lo que estamos observando en la Comunidad Foral: Inundaciones y precipitaciones sin precedentes en invierno, sequías y temperaturas extremadamente cálidas en verano…
- Menudo veranito llevamos ¿eh? Los mayores dicen que nunca ha hecho este calor tantos días seguidos” ¿Tienen razón?
Hay mucha parte de razón. En Navarra ha habido otros grandes episodios de calor en el último siglo, por ejemplo, el de los Sanfermines de 1982. Pero lo de este verano ha sido absolutamente histórico. De hecho, dos días de la ola de calor de junio y tres de la de julio están entre los 10 días más calurosos en el conjunto de Navarra en los últimos 50 años. La noche de los grandes incendios no se bajó de 26ºC en Pamplona, probablemente la noche más cálida desde finales del siglo XIX.
La vertiente cantábrica también ha sufrido calores pertinaces. Lesaka llegó a 44ºC en el episodio de junio y Etxalar e Irurita a 43,5ºC en el de julio.
Diría que dos episodios de esa intensidad, independientes (aunque con cierta correlación) y solo separados por un mes es algo que se sale de cualquier estadística climatológica “clásica”.
En Navarra sólo hay un precedente de un verano así, el de 2003, con una primera quincena de agosto muy calurosa y 14 días seguidos de ola de calor.
Pero 2022 no se va a quedar atrás.
También dicen que “ya no nieva como antes”
A lo de la nieve es más complicado responder.
Hay que pensar que finales de los 60, los 70 y los 80 del siglo pasado fueron décadas muy húmedas, con episodios de gran cantidad de nieve en Navarra y, seguramente, es eso lo que se recuerda.
Esta última década ha sido, en general, cálida en Navarra y, sin embargo, tenemos algunos de los episodios más nivosos de los últimos 50 años, al nivel de algunos de los del siglo pasado. Por ejemplo, enero y febrero de los años 2013, 2014 y 2015, o el comienzo de 2018, fueron años con mucha nieve. También hemos tenido el episodio de Filomena en la Ribera.
- Tanto el calor como lo que ocurre con la nieve ¿es esporádico o ha venido para quedarse?
Estoy bastante seguro de que no tendremos que esperar 20 años para ver un verano como este último y que habrá más durante esta misma década.
Y también creo que cada vez veremos cosas más raras con la nieve. Llevamos dos años con nevadas muy significativas a finales de septiembre y principios de octubre en Pirineos. Este año mismo sufrimos una buena nevada a principios de abril, más que en el resto del invierno.
En general se dibuja un panorama a mediados/finales de siglo sin nieve en montañas como el Pirineo, pero creo que debemos reconocer que hay enormes incertidumbres al respecto. La nieve es muy difícil de modelizar (porque depende de bastantes variables y de patrones atmosféricos) y proyectarla a largo plazo a una región con una variabilidad tan fuerte como es el Pirineo u otras montañas de la Península creo que tiene serias limitaciones.
Otra cosa es el tema de los glaciares en los Pirineos. Aunque haya años nivosos aquí la tendencia de calentamiento a largo plazo prevalecerá, especialmente en primavera y verano, y hará que desaparezcan en unos años.
- ¿Y eso cómo nos afecta? ¿Por qué se hace tanto hincapié en el peligro que supone que desaparezcan los hielos perpetuos, glaciares, etc.?
La parte helada del planeta, ya sea en forma de hielo marino que flota sobre los mares y océanos árticos, de plataformas continentales y glaciares o del suelo helado sobre buena parte de la tundra, es la que más rápido está respondiendo al desequilibrio en el sistema climático que ha causado principalmente una gran acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, como el dióxido de carbono o el metano.
Más allá de los enormes efectos locales como la afección a los ecosistemas, hay que contemplar una mayor proliferación de grandes incendios forestales, un aumento de temperaturas por el efecto invernadero y toda la alteración de la forma de vida que hemos llevado hasta ahora, que tiene un reflejo también en nuestra economía: menos cultivos, menos pesca, más incendios, etc.
A esto hay que añadir que la liberación de gases como el metano atrapado en el suelo helado y en sedimentos orgánicos que se destapan tras el derretimiento del hielo, podría dar lugar a un aumento global de la temperatura de varios grados, y de manera muy rápida. Es uno de los llamados puntos de no retorno.
- Pinta mal, sí. Las inundaciones de invierno y las sequías del verano puede que nos hayan sensibilizado más respecto a este tema del cambio climático.
Bueno, es cierto que el cambio climático en nuestras latitudes favorece tanto periodos de falta de precipitaciones que conducen a sequías más prolongadas como eventos de precipitaciones muy intensas o de carácter torrencial.
Esto no es una previsión o proyección para el futuro, sino que ya sucede y está siendo observado en muchas partes del mundo.
¿También afecta a la proliferación de tormentas secas? Porque parece que este verano han sido las causantes de muchos de los incendios. ¿No es así?
No tenemos aún una estadística, pero hay veranos de los últimos 20 años con bastantes más tormentas eléctricas que este, como por ejemplo los de 2009, 2014, 2017 o 2018.
En lo que llevamos de verano, hemos tenido tres olas de calor: una en junio, otra en julio y otra en agosto. El fuerte caldeamiento en la superficie puede contribuir a que se produzca el disparo de las tormentas, si bien esta no es una condición suficiente. Se necesita también humedad e inestabilidad atmosférica, para la condensación de agua y fuertes corrientes ascendentes, respectivamente. Si el aire es muy seco y la situación muy estable, como ha ocurrido en buena parte de los días de este verano, no hay forma de que se desarrollen las tormentas en la mayoría de lugares. La península, por su orografía y disposición geográfica en forma de minicontinente amurallado por cordilleras montañosas, favorece que, a medida que avanza el verano, sean más probables las tormentas en zonas de montaña, muy especialmente en el Pirineo, Ibérica y cuadrante nororiental. El hecho de que se generen bajas presiones de origen térmico en el interior de la Península, que con frecuencia impulsan vientos de origen mediterráneo, puede contribuir a las tormentas, aunque insisto, esto es dependiente de otros factores.
Es cierto que este verano ha habido grandes tormentas, acompañadas por fuertes vientos, granizo y aguaceros. Aunque también las hemos tenido secas, como las de junio, en plena ola de calor. Las tormentas secas suelen llevar acompañadas fuertes rachas de viento que descontrolan los incendios que pueden provocar. Este año en Navarra ha habido al menos dos grandes incendios forestales causados por rayo, el de Arróniz y Leire. Aunque a nivel estatal ha sido aún mucho peor, con incendios en Levante y Castilla de decenas de miles de hectáreas.
Estadísticamente pensamos que en el histórico de incendios en la Comunidad Foral, aproximadamente sólo un 5% son causados por rayo. Es mucho menos que otras comunidades como Aragón, aunque este año la situación ha podido ser algo distinta.
- ¿Y cómo se presenta el invierno? ¿Volveremos a sufrir por la crecida de los ríos?
No lo podemos saber todavía. Por ejemplo, en Navarra 2019, 2020 y 2021 han estado caracterizados por un periodo de finales de otoño y comienzos de diciembre extremadamente lluviosos, tras años bastante secos.
Hay también ejemplos de inviernos muy húmedos en los últimos 10 años, como 2013, 2015 o 2018.
Tan sólo a mediados o finales de otoño se empezará a tener indicios del invierno que va a venir, si bien la fiabilidad de los predictores en la escala estacional, y sobre todo en la estación de invierno, es todavía muy limitada.
También es muy importante transmitir que dibujan sólo unas condiciones promedio, sin atender a posibles eventos extremos en escalas pequeñas que pueden hacer que una irregularidad cada vez mayor sea la que defina las condiciones a largo plazo. Me explico, supongamos que no cae una gota en la Cuenca de Pamplona hasta Navidad y en la última semana del año sumamos 500 litros por metro cuadrado. En cuanto a la acumulación anual, en su conjunto, hablaríamos de un año húmedo, pero está claro que el patrón o la tendencia temporal sería totalmente anómala, sin agua durante meses y meses seguidos de precipitaciones muy fuertes.
Estos desajustes empiezan a ser sospechosamente visibles en muchas partes del mundo. Volvemos a lo de un ciclo hidrológico mucho más activo intercalado en unas condiciones de sequedad prolongada, marcada por la extensión hacia el norte de los anticiclones subtropicales en una escala a largo plazo, favorecida por el cambio climático.
- ¿Y no se podrían aprovechar las precipitaciones torrenciales de invierno para evitar la sed del verano?
Ya se hace. Aunque hay mucha discrepancia al respecto, sobre todo desde el punto de visto local y medioambiental, hemos comprobado los últimos años en Navarra la importancia de los embalses para el momento y la situación actual, por ejemplo, para el riego en la Ribera o la laminación de inundaciones.
Las lluvias históricas de los episodios de diciembre y enero, con su contribución al llenado de los embalses, son las que han permitido que en Navarra, aún con una primavera y verano muy secos, no tengamos un panorama tan negativo como en otras zonas de la Península, al menos de forma general.
No sabemos lo que nos deparará el futuro, pero sí que parece claro que el cambio climático modificará nuestra forma de vida. Si quieres leer más contenidos referentes al cambio climático, puedes acceder a este post
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