El ingeniero de montes Iñigo Villanueva nos ha servido de guía de lujo en nuestros paseos por el parque de La Taconera. En dos post anteriores (Los árboles singulares de la Taconera y Los árboles singulares de la Taconera II), conocimos curiosidades de estos habitantes de tronco grueso y apariencia singular que son capaces de contarnos historias de cerca y lejos de la «Vieja Iruña».
Al lado de lo que fue un mítico café, me llama la atención un árbol de ramas colgantes y retorcidas. Es muy bello. “Se llama sófora o acacia de Japón -comenta Iñigo- ¿Sabes? De sus flores se extrae una sustancia que dicen que sirve para evitar los ataques al corazón. Su miel es muy apreciada”.
Cerca de allí reconozco la planta que servía para adornar los Belenes que colocábamos en casa en las navidades de mi niñez. «Esto es acebo, ¿no?», le pregunto tímidamente, siendo consciente de mis limitados conocimientos. «Efectivamente -me responde-, es una especie protegida. Las dimensiones de este ejemplar lo hacen singular. Sus frutos rojos son, para algunos animales, uno de los escasos alimentos que tienen en invierno; por eso, además de cumplir una función ornamental, cumple también un papel de protector de la fauna y de la diversidad».
También veo un árbol que presenta una oquedad en su tronco. “Es un ailanto –me explica Iñigo-. Es una planta originaria de China y que puede mostrar cierto carácter invasor, pero este ejemplar tiene un gran interés porque, del mismo modo que el anterior servía de alimento, este sirve de cobijo para la fauna del parque”.
- – ¿Has oído hablar alguna vez de los trasmochos? –me pregunta de pronto.
- – ¡Claro! Hablé de ellos en otro post del Ecoblog (ver aquí)
- – Pues ahí tienes un ejemplo. Se trata de un fresno común. En Navarra tenemos muchos (sobre todo hayas, robles, castaños y fresnos), y en el caso de este último, sus hojas se han utilizado tradicionalmente para dar de comer al ganado. Los ejemplares de aquí son singulares por su tamaño y forma.
Salimos del parque. Atrás dejamos chopos, castaños de Indias y otras especies más.
Antes de despedirnos, encaminamos nuestros pasos hacia un hotel cercano. Allí, en la rotonda, Iñigo señala con el dedo. “Mira, eso es un tejo. No es el más grande de la ciudad, pero sí uno de los árboles singulares por estar ubicado en el centro. A pesar de la expansión urbanística, se ha conservado, y ahí lo tienes, en medio de la rotonda. Es una especie de crecimiento muy lento, y siempre ha sido una especie venerada. Se ha considerado mágico, por ejemplo para los celtas.
El de al lado es un almez. Su fruto es comestible. Su raíz se utilizaba como tinte amarillo de la seda y sus ramas para hacer látigos”.
Y con esta última explicación terminamos nuestra excursión. Queremos pensar que pronto encontraremos otra ocasión para juntarnos y seguir conociendo los secretos de los árboles y plantas de la ciudad.
Mientras nos despedimos, siendo conscientes de que a partir de ahora, cada vez que entremos en La Taconera, miraremos el parque con otros ojos.
+ INFO:
Deja una respuesta