Ya queda lejos aquello de que el cambio climático solo afecta a los osos polares. Este año ha sido especial. Inundaciones en invierno, olas de calor seguidas en verano, incendios, sequía prolongada… Quien más quien menos ha tomado conciencia de que el cambio climático es una realidad y que nos afecta directamente.
Sn embargo, comunicar acerca de él no es nada fácil. Por un lado, hay que cuidar el lenguaje y el mensaje que se traslada, porque, sobre todo en la población joven, se está observando una gran ecoansiedad que sólo lleva al inmovilismo.
Por otro lado, la insistencia con la misma temática y los mismos recursos visuales hacen que la gravedad y la importancia del fenómeno queden diluidas.
Un estudio realizado por el Grupo de Investigación sobre Comunicación de la Ciencia de la Universidad de Navarra, publicado recientemente por la revista científica británica Climate Policy, ahonda en la comunicación del cambio climático en las redes sociales, a través de imágenes. Considera que estos canales son muy populares entre la gente joven, por lo que se convierten en el mejor vehículo transmisor de información útil y veraz que impulse la concienciación y la acción de la ciudadanía.
En el estudio se han analizado 380 imágenes publicadas en Twitter, dentro de los denominados top tuits (tuits más destacados), con el objetivo de comprobar qué tipos de imágenes fomentan en mayor medida la interactividad de los usuarios, en forma de likes, retuits y comentarios.
¿Y cuáles son esas imágenes que tienen más impacto y que destacan en un entorno mayoritariamente audiovisual como es el juvenil?
Está claro que las chimeneas humeantes o el oso polar que hemos mencionado antes ya no sobrecogen a nadie. Se han convertido en clichés, o como se dice en el argot periodístico, en paisaje que no llama la atención. Tampoco los rostros conocidos del mundo de la política, de la empresa o, incluso, de la farándula son eficaces a la hora de conmover al público.
Sin embargo, según los resultados del estudio, se observa que las imágenes de personas alcanzan mayores niveles de interacción; sobre todo las espontáneas, esas que no están preparadas y parecen pilladas “in fraganti”. También las que muestran emociones que parecen reales.
Por el contrario, las que muestran las causas del fenómeno (como la emisión de gases a la atmósfera) o los gráficos con información científica despiertan menos interés.
Otro grupo de imágenes que resalta este estudio es el compuesto por fotografías que cuenten historias. Quizá no un relato completo, pero que den pistas o detalles de una historia: el hogar de una familia calcinado por las llamas, el viaje de climigrantes dejando toda su vida atrás, etc.
Y si esa historia estuviera relacionada con algo local o con una situación cercana con la que cualquiera pudiera identificarse, mejor. “Establecer una conexión local que permita acercar el cambio climático a las personas, ayudando a superar la tradicional percepción de que se trata de un fenómeno remoto y sin incidencia en la vida cotidiana es la mejor vía”, afirma el estudio.
Por último, las conclusiones de esta investigación apuntan a que mostrar a personas directamente afectadas con el cambio climático o a acciones para combatirlo hacen que la comunicación sea más efectiva.
En conclusión, contar el cambio climático a través de imágenes de personas y de hechos significativos parece que permite que este fenómeno resulte próximo y relevante para el público, lo que facilita que sus consecuencias sean percibidas en algo propio que responde a una responsabilidad compartida. Algo necesario si lo que se pretende es lograr la implicación de la ciudadanía y su acción ante la emergencia climática.
*Imagen de: Extinction Rebellion, un movimiento social mundial cuyo objetivo es influir sobre los gobiernos del mundo y las políticas medioambientales globales mediante la resistencia no violenta para minimizar la extinción masiva y el calentamiento global.
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