Tal y como comentábamos en un artículo anterior (leer aquí), podemos decir que el impacto de los seres humanos en el medio ambiente a través del abandono de residuos es uno de los mayores problemas a los que nos enfrentamos hoy en día en la gran mayoría de los países del mundo.
En la actualidad, existen varias islas de plástico en los océanos que están formadas por trozos de plásticos de, sobre todo, envases. La del Pacífico Norte es tan grande como toda Alemania, Francia y España juntas.
La mayor parte de ese plástico tiene un origen continental, es decir, ha sido abandonado tierra adentro y el viento y las lluvias los han hecho llegar hasta los cursos fluviales para acabar desembocando en el mar.
De hecho, en casi todos los países que luchan por poner límite a los residuos plásticos, el principal problema que encuentran es la necesidad de cambio de hábitos sociales y de consumo, ya que los envases y envoltorios de un solo uso representan el grueso de esos residuos.
La salud de nuestros mares pasa, por lo tanto, por la salud de nuestros ríos.
Pero ¿qué ocurre cuando la mayor infraestructura de gestión de residuos de una ciudad o de un país es el propio río?
Eso es precisamente lo que ocurre en la India. En este país el problema de la contaminación del río responde más a una recogida deficiente de los residuos que al consumo de plástico. En Estados Unidos, por ejemplo, cada persona genera un promedio de 130 kilos de residuo plástico al año, la tasa más alta del mundo. En la India, sin embargo, 20 kilos. Pero, mientras en el primer caso, existe una gestión eficiente de tratamiento de esos residuos, en el segundo todo acaba en el río.
Bueno, todo, todo, no, ya que el sector informal del país, compuesto por ongs y particulares, desempeña una función fundamental en la recogida de residuos que contribuye a que la India recicle un 60 % de los materiales reciclables.
Al margen de esto, el gobierno está construyendo incineradoras que generan electricidad. También quiere lanzar en julio una normativa que prohíba la fabricación y utilización de plásticos de un solo uso y, desde 2016, trabaja en otra normativa que obligue a fábricas productoras de envases plásticos a hacerse cargo del coste de la recogida y el reciclaje de sus productos desechables.
Sin embargo, nada de esto parece que pueda suponer una solución inminente del problema, dado que la aplicación a nivel local de la legislación nacional suele tardar en hacerse efectiva.
Hoy por hoy el río sagrado del país, el Ganges, es uno de los ríos más contaminados del mundo. Vertidos de cientos de fábricas y millones de litros de agua residuales que cada día siguen vertiéndose sin tratar hacen que el tercer río del mundo que vierte más agua dulce al mar, después del Amazonas y el Congo, muera en el mar dejando una estela de pozoña.
De él depende más del 25 % de habitantes de la India, toda la población de Nepal y parte de la de Bangladés. Es venerado allá por donde pasa por considerarlo madre Ganga, una diosa viviente con el poder de purificar el alma. Y, además, se le atribuye la propiedad mágica de purificación de sus propias aguas.
Y, sin embargo, antes de que termine la década es previsible que la India se encuentre ahogada en un cauce fluvial de desechos, muchos de ellos plásticos. Porque, posiblemente, el Sagrado Ganga no pueda con todo, lo que provocará que el mar que lo recibe a diario se ahogue junto a él.
Aún estamos a tiempo.
Fuentes:
Revista National Geographic, abril 2022
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