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Adaptación cultural al cambio climático

Los seres humanos podemos adaptarnos a los cambios de dos maneras: evolucionando genéticamente, como el resto de seres vivos, o adaptándonos culturalmente. Esta última posibilidad es la más rápida y nos da una ventaja sobre el resto de especies, pero hay que saber aprovecharla bien, sin olvidar que las soluciones a los problemas de hoy pueden ser el embrión de las crisis de mañana.

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*Por Sapienscuriosa

Aún no andábamos por aquí, pero las crónicas nos recuerdan que, entre los años 1550 y 1850 se produjo una anomalía climática en Europa en la que las temperaturas descendieron entre 1 y 1,5 grados. A este periodo se le llama la Pequeña Edad de Hielo y fue un cambio en las condiciones meteorológicas que sucedió tras el llamado Óptimo Climático Medieval.

La disminución de la actividad solar en aquellos años, con la reducción de manchas solares en un fenómeno conocido como el Mínimo de Maunder, hizo que la superficie terrestre recibiera menor radiación solar y, por consiguiente, que las temperaturas fueran más bajas. A esto se le unió un aumento en la actividad volcánica que produjo que las cenizas que se quedaban en la parte alta de la atmósfera durante largos periodos, así como el aumento de ácido sulfúrico proveniente del azufre expulsado en las erupciones crearan una pantalla que impedía que los rayos solares llegaran a la corteza terrestre.

Este brusco descenso en las temperaturas llevó a los habitantes del continente a un estado de estupor al que tuvieron que hacer frente como pudieron. Por un lado, se aferraron a sus creencias religiosas y  pensaron que la sucesión de malas cosechas debidas a fenómenos meteorológicos extremos eran un castigo divino. Como solución decidieron mantener a raya al pecado y realizar oraciones y penitencia para aplacar la furia divina.

Relacionado directamente con esto está la caza de brujas que comenzó en estos años en Alemania y acabó extendiéndose por toda Europa y América. Y es que a estas mujeres se las acusaba de hacer que las cosechas se perdieran y de controlar los fenómenos atmosféricos para crear desastres.

Tras esta primera fase de desconcierto ante el brusco cambio del clima se pasó a una segunda fase de investigación. La ayuda de la religión no había surtido el efecto deseado, por lo que se comenzó a investigar la naturaleza y sus leyes para poder encontrar explicaciones y soluciones que permitieran una adaptación a los cambios. Este cambio de mentalidad derivó en la Revolución Científica y el surgimiento de la Ilustración.

Al mismo tiempo se produjo un éxodo de las zonas rurales hacia las ciudades, provocado, posiblemente, por los excesos de la clase social pudiente que, en un intento desesperado de mantener su status, pequeñas fortunas y cosechas, recortaron los pocos derechos que tenían los campesinos y campesinas que trabajaban sus campos.

Este éxodo favoreció, por su parte, el comercio que permitía el intercambio y el transporte de productos de primera necesidad. Pero cuando hay intercambio no sólo hay una transacción de productos, también de ideas y cambios de costumbres. En el siglo XVII ocurrió algo similar y así nos topamos, por ejemplo, con el inicio de la utilización del papel moneda. Después llegaría la consolidación de un nuevo modelo económico, el liberalismo.

Como se ve, todo está interconectado y lo que ocurre en la naturaleza afecta al ser humano desde el principio de los tiempos.

También se puede concluir que el Cambio Climático al que nos enfrentamos en la actualidad no es el primero de la historia de la humanidad.

Es cierto. De hecho, estos cambios son una constante en nuestro planeta. La gran diferencia que presenta el actual es que está provocado directamente por la actividad humana, mientras que los de épocas pretéritas respondieron a fenómenos naturales.

La conclusión que se puede extraer mirando hacia atrás es que los seres humanos podemos adaptarnos a los cambios de dos maneras: evolucionando genéticamente, como el resto de seres vivos, o adaptándonos culturalmente. Esta última posibilidad es la más rápida y nos da una ventaja sobre el resto de especies, pero hay que saber aprovecharla bien, sin olvidar que las soluciones a los problemas de hoy pueden ser el embrión de las crisis de mañana.

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Fuentes

Blom, P. El motín de la naturaleza. Historia de la pequeña edad de hielo (1570-1700), así como del surgimiento del mundo moderno, junto con algunas reflexiones sobre el clima de nuestros días. Editorial Anagrama 2019

 

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