¿Alguna vez nos hemos parado a pensar cómo afectan los movimientos migratorios de las aves a nuestros bosques?
Un estudio internacional reciente realizado por el Departamento de Biología de la Universidad de Cádiz y publicado en la revista Nature, ha revelado que “el 86% de los árboles y arbustos europeos de frutos carnosos son dispersados por aves que migran al sur, es decir, hacia latitudes más cálidas. Solo el 35% de estas especies son dispersadas cuando las aves migran al norte en primavera. Esto significa que solo un tercio de las plantas de fruto carnoso de los bosques y matorrales de Europa tiene el potencial de ser dispersadas a larga distancia por aves migratorias en “la buena dirección” desde el punto de vista del cambio climático”, explica Juan Pedro González-Varo, director del estudio.
En él se ha demostrado, además, que las aves con mayor potencial para dispersar plantas europeas son las especies paleárticas: petirrojos, las currucas capirotadas, los mirlos, y varias especies de zorzales. Estas especies son, en general, muy comunes y abundantes en Europa.
Durante su migración no cruzan el Sáhara, sino que invernan en el centro y sur de Europa o en el norte de África. “Y es en esos viajes cuando sufren el acoso de la actividad de la caza, por lo que son consideradas especies vulnerables, porque su papel es indispensable para asegurar la propagación de especies vegetales incluso en plena crisis climática”, comenta Juan Pedro.
Pero, ¿realmente es tan importante tener en cuenta los movimientos migratorios de las aves para que nuestros bosques gocen de buena salud?
Sí.
Debido al aumento de las temperaturas muchos animales del hemisferio norte se están trasladando hacia latitudes más elevadas para sobrevivir y abandonan las más cálidas. “Las plantas no pueden moverse una vez que germinan pero las semillas sí pueden viajar mediante el viento, el agua o los animales. El calentamiento global que vivimos es tan rápido que las plantas necesitan dispersar sus semillas a decenas de kilómetros para poder ocupar sus óptimos climáticos y así iniciar poblaciones en nuevos lugares. Es precisamente en la dispersión de semillas a larga distancia donde las aves migratorias pueden jugar un papel crucial”, explica el director.
Por lo tanto, los datos detallados acerca del movimiento de las aves que la Universidad de Cádiz va a seguir obteniendo mediante dispositivos GPS de última generación podrían profundizar en el potencial que presenta la dispersión de semillas en el desarrollo de prácticas de conservación útiles para un futuro más resistente al cambio climático.
De aquí a unos cuantos años los estudios revelarán cómo la fisonomía de nuestros bosques ha variado y cómo, a pesar de la crisis climática, muchas especies de plantas consiguieron sobrevivir gracias a las aves en otros lugares, fuera de su área de extensión habitual.
Si quieres conocer más detalles de este trabajo, aquí tienes un vídeo divulgativo:
*Foto portada: Sylvia_atricapilla_Cornus_sanguinea
Curruca capirotada (Sylvia atricapilla) comiendo frutos de cornejo (Cornus sanguinea). El cornejo tiene un periodo de fructificación corto en otoño, cuando las capirotadas migran al sur y, por tanto, tienen el potencial de dispersar semillas a larga distancia hacia latitudes más cálidas (foto: Luis Ojembarrena).
Enlace al artículo en Nature:
Deja una respuesta