Tal y como comentábamos en un post anterior (leer aquí) las abejas son las mayores polinizadoras que existen, ya que el 85% de las plantas con flor son polinizadas por abejas.
Su valor económico a nivel mundial supera los 200.000 millones de euros, lo que equivale a más del 10 % de la producción agrícola mundial de alimentos para humanos.
Por lo tanto, la ausencia de polinizadores podría traer consigo unas graves consecuencias. Por un lado, las poblaciones de plantas existentes disminuirían; en consecuencia, la calidad del aire empeoraría; los suelos sufrirían mayor erosión; el ciclo del agua se alteraría, porque las plantas no devolverían suficiente agua a la atmósfera; y escasearían los alimentos, dado que, tal y como ya hemos explicado, el 85% de las 1 400 plantas de cultivo que existen requiere la polinización animal.
Y sin embargo, está ocurriendo. Hoy por hoy existen claras evidencias de que la población de abejas se está reduciendo, sobre todo en Asia, Europa y los Estados Unidos, por varias razones:
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- La deforestación y la creciente extensión de monocultivos hace que su alimento escasee, al haber grandes extensiones de terreno sin flores.
- El cambio climático acaba con sus hábitats y reduce los corredores naturales, así como fomenta su interacción con especies invasoras que pueden resultar ser sus depredadoras.
- El uso extensivo de los pesticidas las envenena.
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Y las consecuencias ya se están notando. Por ejemplo, entre el 3 % y el 5 % de la producción mundial de frutas, verduras y nueces se está perdiendo debido a una polinización inadecuada; esto trae consigo hambre y muerte (por enfermedades asociadas a deficiencias nutricionales) en algunos lugares del mundo; y la reducción de alimentos saludables.
Ya queda dicho que el clima, la nutrición, las prácticas de manejo, la genética de los individuos y la exposición a agroquímicos son algunos de los factores que están afectando a la salud de estos insectos. Pero no podemos olvidar otro fundamental: los patógenos (ácaros, virus, hongos y bacterias).
De todas ellos, habría que destacar una de las enfermedades, la loque americana, causada por la bacteria formadora de esporas Paenibacillus larvae.
El microorganismo origina una enfermedad en las larvas que son susceptibles a la infección durante las primeras 24 a 72 horas después de la eclosión. Las abejas obreras que conviven con ellas recogen las esporas bacterianas de las crías enfermas y las transportan, lo que permite su propagación por toda la colmena. Incluso se puede producir la propagación a otras colmenas, cuando las abejas roban la miel de las colmenas enfermas.
En el caso en el que la bacteria entre en una colmena la única solución para erradicarla es quemar dicha colmena con todos sus habitantes dentro. Y, aun así, a veces no se logra el propósito, porque las esporas de las bacterias pueden permanecer viables varias décadas en el medio ambiente, manteniéndose virulentas durante todo el tiempo.
Los antibióticos, por su parte, son ineficaces ante esta enfermedad, ya que solo funcionan en el estado vegetativo de la bacteria.
El Departamento de Agricultura de Estados Unidos, sin embargo, puede que haya encontrado una solución. Acaba de otorgar una licencia condicional a la primera vacuna contra la loque americana. La vacuna contiene células enteras muertas de la bacteria Paenibacillus larvae que son administradas mezclándolas con el alimento para reinas y actúa en los ovarios de la reina, que transmite la inmunidad a las larvas antes de que los huevos eclosionen.
De momento, la vacunación de las colonias de abejas ha demostrado que reduce entre un 30 y un 50 % el desarrollo de la loque americana.
Confiemos en que los avances científicos permitan descubrir más soluciones para que nuestras abejas vuelvan a gozar de buena salud.
*Fuentes
https://ecoblog.mcp.es/l4r/las-abejas-que-quisieron-ser-peces/
https://ecoblog.mcp.es/l4r/abejas-esos-pequenos-polinizadores/
https://link.springer.com/article/10.1007/s12571-020-01043-w
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4180541/
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