Tradicionalmente siempre se ha hablado del entorno marino como el mundo silencioso, donde no hay estruendos y donde las especies viven y se mueven sin emitir sonidos. Pero sabemos que eso no es cierto.
La contaminación acústica en nuestros océanos está afectando a las especies que en ellos habitan y su impacto tiene consecuencias desastrosas porque en los océanos, donde a duras penas llega la luz, el sonido es el que garantiza la vida.

Que el agua es fundamental para nuestra vida nos lo han enseñado desde la escuela. Pero que el agua tiene un significado diferente para cada persona dependiendo de su origen, edad, actividad o vivencias es algo que descubrimos diariamente.
El agua nos habla de historia, de costumbres, de vida.

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Cada día 8 millones de toneladas de desechos acaban en el océano. Se estima que en 2050 habrá más plástico que peces en los océanos. Ante esto, recibir la noticia de que se va a comercializar una tarjeta bancaria (tradicionalmente muy difíciles de reciclar) producida con residuos marinos es positivo en sí mismo, a la par de alarmante. Porque, por un lado, es esperanzador saber que alguien se dedica a recoger esos residuos y a darles nuevos usos, mientras, por otro, es alarmante comprobar que seguimos asfixiando los mares con nuestros plásticos.

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A lo largo de su historia Holanda ha demostrado que es posible mantener un equilibrio entre el mar y la tierra. Pero ahora un gran peligro se cierne sobre sus paisajes bucólicos: el cambio climático. Por eso, ha comenzado a tomar medidas. Y es que el territorio que hasta ahora ha sido el paradigma de cómo ganar tierra al mar, no quiere convertirse en recuerdo de cómo las aguas engulleron su terreno.

Sandra Uve es una ilustradora, escritora y divulgadora científica que acaba de inaugurar su exposición «¿Cómo se atreven?» En ella recopila 26 breves biografías de biólogas, investigadoras y activistas medioambientales. Con motivo del Día de la Mujer nos subraya el trabajo de 5 oceanógrafas y biólogas del mar que han hecho del agua su medio de vida y que nos advierten del peligro que corre el ser humano como especie si no cambia de mentalidad frente al medioambiente.

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China anunció en diciembre de manera oficial que iba a extender un sistema de control meteorológico al 60% de su territorio. ¿Será posible que esto no repercuta en el resto del mundo? Los países vecinos se muestran inquietos, porque quien pueda controlar cuándo llueve en su territorio, puede también impedir que llueva en el de al lado… La polémica está servida y el recelo extendido. Por eso, algunos países han comenzado a plantear la necesidad de una regulación, a nivel mundial, para que se quede fijado un marco relacionado con el control meteorológico.

En 1976 se construyeron las primeras instalaciones para el tratamiento de las aguas de Arteta y en 1992 se inauguró la Estación de Tratamiento de Aguas Pluviales (ETAP) de Eguillor. Desde allí se controla la calidad de agua de Pamplona y Comarca.
Unas obras recientes han permitido que el edificio sea energéticamente eficiente gracias a un sistema de calefacción y refrigerado alimentado por el propio agua del manantial. También a una nueva envolvente térmica.

El 20 de marzo de 2017 el parlamento de Nueva Zelanda aprobó una ley a través de la cual otorgó personalidad jurídica al río Whanganui. Así, el río y todos sus elementos quedaban configurado como un todo indivisible e inviolable.
Esto marcó jurisprudencia e hizo posible que dentro y fuera del país se estudiara hacer lo propio con otros ríos, lagos y montes.
Sin embargo, el pueblo maorí advierte que esto no es la solución. Que lo que realmente se necesita es cambiar la mentalidad y la actitud. Que lo que nos exige el medioambiente no son leyes, sino responsabilidad.

Que dos jóvenes promotores se pongan de acuerdo para cumplir un sueño, siempre es una buena noticia. Que ese proyecto vele por el cuidado y el respeto al medio ambiente, es, además, para aplaudir. Este es el caso de Agotzenea, un proyecto que nace de la necesidad “de crear nuestros propios puestos de trabajo, vinculados a un tema que nos apasionaba y ubicados en nuestro valle”. O dicho de otro modo, bioconstrucción, agricultura orgánica, ecología y gestión forestal, junto a una oferta formativa, todo en uno.

Si antes de la pandemia ya era considerable el aumento de la concienciación para con el medioambiente, la Covid-19 y sus consecuencias la han reforzado, posiblemente porque ha evidenciado que nuestra salud depende de la salud del planeta. Puede que esa sea la razón por la que la influencia de activistas medioambientales, también haya aumentado.