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Los incendios se evitan en invierno

La crisis de la ganadería extensiva y el avance generalizado de la vegetación forestal, así como el abandono de usos tradicionales y la irrupción de otros nuevos, sumado al cambio climático, está provocando una creciente situación de riesgo constante y real de incendios forestales. Y este riesgo no sólo afecta a los espacios naturales, sino también a poblaciones e infraestructuras esenciales. Por eso es necesario tomar medidas incluso cuando las condiciones no amenazan fuego inminente.

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El 17 de octubre de 2022 un nutrido rebaño de ovejas atravesaba la Calle Mayor del municipio navarro de Villava. Recorriendo el Camino de Santiago, se encaminaban hacia el monte Ezkaba en busca de pastos.

Con esta iniciativa, el ayuntamiento quería gestionar de manera eficiente la limpieza de la vegetación en el monte y así evitar incendios como el que había asolado la ladera sur del monte apenas un mes antes.

El desbroce que iba a hacer aquel rebaño además favorecería a conservar la biodiversidad del monte, ayudando a evitar la desaparición de especies naturales de gran interés como las variedades de orquídeas existentes en la zona. Sin olvidar, además, que la presencia de los animales acercaría la ganadería extensiva a una ciudadanía que ya había olvidado los beneficios medioambientales y sociales que conllevaba: productos de calidad y de cercanía, que contribuían a la economía circular; gestión sostenible del paisaje; preservación del patrimonio cultural, etc.

Quizá por eso el rebaño se convirtió después en un recurso educativo para los colegios públicos del municipio ya que, para sensibilizar al alumnado sobre la importancia de fomentar este tipo de ganadería, se organizaron visitas guiadas al monte para que pudieran ver a las ovejas en su hábitat natural.

Fue una manera de comprender y de hacer entender que la crisis de la ganadería extensiva y el avance generalizado de la vegetación forestal, así como el abandono de usos tradicionales y la irrupción de otros nuevos, sumado al cambio climático, está provocando una creciente situación de riesgo constante y real de incendios forestales.

Y que este riesgo no sólo afecta a los espacios naturales, sino también a poblaciones e infraestructuras esenciales. Por ejemplo, en el año 2017 el fuego hizo temer lo peor en la depuradora de aguas residuales de Arazuri (Navarra), cuando las llamas casi alcanzaron un pinar cercano. La respuesta fue rápida y no hubo que lamentar daños en la instalación, pero aquello sirvió para tomar conciencia de la vulnerabilidad a la que estaban sujetas ciertas infraestructuras.

En vista de ello, la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona (entidad que gestiona dicha depuradora) realizó un diagnóstico de la situación que permitiera tomar medidas para evitar episodios similares.

La Estación de Tratamiento de Aguas Potables de Eguillor fue el lugar escogido para realizar el primer estudio. Utilizando una metodología que contemplaba la orografía (pendientes, elevaciones, accidentes geográficos singulares…), la masa verde existente (altura y densidad del arbolado, tipología de masa vegetal…), y el estudio de la propagación del fuego (ejes y nodos de propagación, zonas fuera de capacidad de extinción…) se elaboró un mapa de zonas estratégicas en las que un incendio se extinguiría con dificultad y se propagaría rápidamente.

Y tomando ese mapa como referencia, se contemplaron ciertas acciones proactivas y de prevención.

Pero no fue suficiente.

Sabido es que las medidas clásicas de prevención de incendios que se han tomado tradicionalmente se han centrado en aumentar la capacidad de extinción y en actuaciones como la realización de cortafuegos o claras preventivas en el entorno de pistas o carreteras. En cierta medida, esto sí que estaba en la mano de la entidad, en un radio de acción limitado que se centraba en el entorno de sus infraestructuras.

Pero para que todo ello fuera efectivo, era necesario trabajar en la idea de territorios y paisajes humanizados vivos, en los que se desarrollaran actividades silvopastorales que permitieran controlar la vegetación de forma eficiente y ambientalmente correcta.

Mantenimiento de praderas con niveles óptimos de biodiversidad, conversión de cultivos herbáceos en pastos permanentes o el pastoreo con ganado para el control natural de vegetación arbustiva eran otras medidas que se podían tomar y que no estaban a su alcance.

Así que, tras un trabajo previo técnico de identificación de las zonas más críticas de actuación y de las medidas a llevar a cabo en las mismas, la Mancomunidad contactó con los municipios de Goñi, Iza, Céndea de Olza y Valle de Ollo, que son los que comparten terreno con la Estación de Tratamiento de Eguillor, y propuso firmar un convenio por el que todas las partes se comprometieran a trabajar en equipo y a mancomunar tanto servicios como recursos.

Ese convenio se firmó a finales del año 2022 y su objetivo principal era fomentar los usos agroforestales en torno a la planta a través de la colaboración con las entidades locales; recuperar zonas adehesadas; crear espacios para el pastoreo y mantener los ya existentes; conservar la biodiversidad de las praderas; buscar alternativas para algunos cultivos de cereal; fomentar el pastoreo con diferentes ganados para el control de vegetación; y disminuir el combustible en la interfaz de campos de cultivo y bosques.

Y así, recordando que las costumbres ancestrales pueden ser tan válidas como antaño, han comenzado a trabajar para que en los meses próximos no haya que lamentar graves incendios.

 

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