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Entre el mar y la tierra

A lo largo de su historia Holanda ha demostrado que es posible mantener un equilibrio entre el mar y la tierra. Pero ahora un gran peligro se cierne sobre sus paisajes bucólicos: el cambio climático. Por eso, ha comenzado a tomar medidas. Y es que el territorio que hasta ahora ha sido el paradigma de cómo ganar tierra al mar, no quiere convertirse en recuerdo de cómo las aguas engulleron su terreno.
Afsluitdijk (2) .jpg | MD van Leeuwen

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Holanda es más que una región de los Países Bajos. Es un ejemplo de convivencia entre mar y tierra que viene desde muy atrás. La historia nos dice que su territorio nunca se ha mantenido estable y que los caprichos de las mareas han moldeado su perfil costero. En el siglo XVI sus habitantes, comenzaron a ganar tierra al mar con el objeto de liberarse de sus antojos. Lo hicieron a través de una técnica que consistía en aislar, por medio de diques, una porción de tierra cubierta por el mar y desecarla después mediante bombeo activado por molinos. Como consecuencia, se creó una red de canales que servían para drenar el agua sobrante y que conducían las aguas pluviales al mar. Para aprovechar la tierra resultante, la actividad agrícola y portuaria se convirtieron en el motor de la economía.

Con el tiempo, el país dominó el mar y ocupó la tierra. Pero este equilibrio a veces no estuvo tan equilibrado. En 1953, por ejemplo, sus diques cedieron. La combinación de un temporal y una marea viva procedente del Mar del Norte fue fatal y provocó la muerte de 1.800 personas en la provincia de Zelanda. La tragedia conmocionó a propios y extraños y obligó a renovar y reforzar las defensas. Ese mismo año se puso en marcha el Plan Delta. Se levantaron represas, esclusas, diques y compuertas hidráulicas que pudieran contrarrestar la subida del agua alrededor de la desembocadura del Rin, Mosa y Escalda, sus principales ríos. En 1997 aún seguía vigente el plan que contemplaba diferentes trabajos tales como la construcción de la nueva barrera Maeslant, situada en la boca del puerto de Róterdam, y que aún hoy protege a la ciudad y a Zelanda, de las inundaciones.

No fueron las obras del Plan Delta las primeras que servían para que el país tomara medidas para protegerse de ese mar que tanto podía ser amigo como enemigo. Veinte años antes del desastre de Zelanda, en 1932, se había construido el Afsluitdijk en el Mar del Sur, una maravilla de la ingeniería de la época, declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Se trataba de una barrera diseñada para minimizar el efecto de las mareas que cerraba la bahía. Contaba con 32 kilómetros de longitud, 100 metros de ancho y 7,5 metros de altura sobre el nivel del mar.

Durante todo el siglo XX, y lo que llevamos de XXI, las labores de mantenimiento de esta barrera han sido constantes. De hecho, se prevé que hasta 2023 se inviertan 900 millones en su conservación. Sin embargo, en la actualidad las obras exigen otro tipo de actuaciones, además de las de preservación. Y es que, si en el momento de su construcción lo que primó fue la protección de la costa, ahora, además de la necesidad de reforzarla con 75.000 bloques de cemento de 6.500 kilos cada uno, se abre camino la urgencia de abrir un canal para facilitar la migración de especies como las anguilas, el salmón del Atlántico o el arenque, peces que necesitan tanto del agua dulce como salada para su supervivencia como especie.

Esta migración actualmente no es posible porque, aunque las dos grandes esclusas del dique se abren para el tráfico de barcos y dejan pasar el agua, eso no basta para que haya una migración uniforme de especies marinas. Y la necesidad es apremiante por cuestiones de biodiversidad.

Por eso las obras ya están en marcha y cuentan con un presupuesto de 55 millones de euros. El futuro canal, que se llamará El río para la migración de peces, tiene el objetivo de repoblar la fauna en colaboración con la naturaleza, ya que aprovechará el movimiento de las mareas en un ejercicio de ingeniería ecológica.

Estos son varios ejemplos de cómo Holanda convive con las aguas. Sin embargo, ahora una gran amenaza se cierne sobre sus paisajes bucólicos: el cambio climático. El 30% de su territorio está bajo el nivel del mar y un 60% es zona inundable. Por eso resulta de vital importancia no superar una subida de temperaturas de 1,5 grados, ya que medio grado más duplicaría la posibilidad de una elevación extremadamente peligrosa del nivel de sus aguas. Estudios gubernamentales holandeses señalan que, en caso de producirse ese aumento de 2 grados, la subida del Mar del Norte para el año 2100 podría ser de 2 metros.

Con estos datos en el punto de mira, en 2010 se puso en marcha el programa “Espacio para el río”, que permite inundar, en caso de necesidad, la tierra circundante de forma controlada. Además, el Gobierno ha reservado 375 millones de euros para adaptar al país a los retos del cambio climático. Está claro que el territorio que hasta ahora ha sido el paradigma de cómo ganar tierra al mar, no quiere convertirse en recuerdo de cómo las aguas engulleron su terreno.

*Con motivo de la celebración del Día Internacional del Agua 2021, dedicamos una serie de post de este Ecoblog al lema del año “¿Qué es el agua para ti?” (#water2me). Esta es la lista de artículos que, junto a este, publicamos (clicar encima de cada título):

1.- Contaminación acústica en los océanos

2.- Recuerdos de nuestros ríos

3.- Tarjetas bancarias a partir de residuos oceánicos

4.- Mamá, tengo sed

5.- ¿Cómo se siembran las nubes?

6.- De cómo el agua que bebemos se convierte en fuente de energía

7.- Personalidad jurídica para el río

8.- Cuando el agua es fundamental para tu trabajo

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