Según cuenta una leyenda de Aotearoa (Nueva Zelanda para el pueblo Maorí), el Padre Cielo derramó una lágrima sobre Ruapehu, la montaña más alta de la Isla del Norte, y así nació el río Whanganui.
A lo largo de 290 kilómetros este río recorre parte del Parque Nacional Tongariro y desde tiempos lejanos ha servido de despensa a las tribus maoríes que se asentaban en su rivera. También de botiquín e incluso de vía de comunicación y transporte. Las tribus conocían a la perfección todos los rápidos del río; toda la fauna de la que se nutrían, incluidas las anguilas, su alimento básico; y, por supuesto, todos los espíritus guardianes que velaban por su seguridad a los que llamaban taniwha. De hecho, siempre consideraron al río, al awa, un río sagrado con el que se identificaban. Lo veían como una persona, como un antepasado. Formaba parte de su identidad, de su familia y de su cultura.
Pero en el siglo XIX llegaron los colonos europeos y todo cambió. Se desvió su cabecera para llevar a cabo un proyecto hidroeléctrico; desaparecieron los rápidos para dejar paso a grandes avenidas fluviales por las que pudieran transitar los barcos turísticos; se extrajo parte del fondo para utilizarlo en la construcción de carreteras y vías férreas; la desembocadura se transformó en cloaca; y la propiedad del río pasó a manos del Estado para poder desarrollar la industria minera.
Para la población maorí aquello supuso una gran afrenta. Tuvo que ser testigo de cómo se menospreciaba y se obviaba toda una filosofía de vida en la que la naturaleza formaba parte de su vida. Para las tribus maoríes todos los seres vivos e inertes de la naturaleza comparten el mismo origen, el cielo y la tierra, y ninguno está por encima de otro. Los seres humanos tampoco. Todos, sin excepción, son merecedores de cuidado, respeto y protección.
Por eso, durante más de un siglo, el pueblo maorí ha permanecido firme en su reivindicación de reconocer al río como un ser vivo merecedor de todos los derechos y obligaciones de cualquier persona. Hasta que el 20 de marzo de 2017 el gobierno le dio la razón. Ese día, el parlamento aprobó una ley a través de la cual le otorgaba personalidad jurídica al río Whanganui. Así, el río y todos sus elementos quedaban configurados como un todo indivisible e inviolable.
Esto marcó jurisprudencia e hizo posible que el parque nacional de Te Urewera también fuera merecedor del mismo tratamiento y que se estudiara hacer lo propio con el monte Taranaki. Además, fuera de Nueva Zelanda ha habido otros intentos de modificar la legislación para proteger a los ríos Ganges y Yamuna en la India o al lago Erie de Ohio (Estados Unidos).
Sin embargo, el pueblo maorí advierte que esto no es la solución. Que, sin duda, es un paso importante aprobar una legislación que proteja la naturaleza, pero que lo que realmente es necesario es cambiar de mentalidad y de actitud. Que lo que nos exige el medioambiente no son leyes, sino responsabilidad.
Y puede que haya llegado el momento de hacerle caso.
*Con motivo de la celebración del Día Internacional del Agua 2021, dedicamos una serie de post de este Ecoblog al lema del año “¿Qué es el agua para ti?” (#water2me). Esta es la lista de artículos que, junto a este, publicamos (clicar encima de cada título):
1.- Contaminación acústica en los océanos
2.- Recuerdos de nuestros ríos
3.- Tarjetas bancarias a partir de residuos oceánicos
5.- Mamá, tengo sed
6.– ¿Cómo se siembran las nubes?
7.- De cómo el agua que bebemos se convierte en fuente de energía
Deja una respuesta