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Huerto y compostaje: una bomba pedagógica

Un huerto dentro de una escuela infantil que se alimenta del compostaje extraído de la compostadora del centro. Un proyecto educativo dirigido a 105 lactantes, caminantes y mayores; un proyecto de sensibilización medioambiental que repercute directamente en las familias. Esto es “Cultivando los sentidos”, la iniciativa de la escuela infantil de Mendillorri que arrancó hace dos cursos.

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*Texto: Mancoeduca

Tal y como queda reflejado en post anteriores, periódicamente acudimos a los centros educativos para conocer experiencias relacionadas con la educación ambiental. Así, conocimos tres proyectos del CI San Juan-Donibane de Pamplona: FRUSTRATION FASHION, @outifitrapero y FOREST ON MARS (leer aquí), el proyecto ‘De restos a energía’ de IES Mendillorri (leer aquí), o «La mariposa de la orilla del río» del IES Askatasuna de Burlada (leer aquí)

Hoy toca el turno a la escuela infantil de Mendillorri que comenzó hace dos cursos escolares a trabajar en un proyecto sobre compostaje, en paralelo con otro de sus proyectos, el de huerto escolar.

Este centro que cuenta con 105 peques repartidos es 5 sectores: lactantes, caminantes, medianos y mayores y en el que trabajan un total de 22 personas en dirección, cocina y equipo docente, arrancó el proyecto bajo un prisma pedagógico.

Ahora, sin embargo, se marcan como objetivo primordial implicar a las familias.

Cecilia, la directora del centro, nos explica con detalle el proyecto.

¿Cómo ha sido vuestra experiencia en el proyecto compostaje?

La formación en compostaje fue muy interesante, no teníamos ni idea y fue muy enriquecedora. ¡Es todo un mundo!

Tenemos totalmente integrado el compostaje en la escuela. Todos los días cada sector lleva sus residuos en un cubo marrón con la peladuras de las frutas del almuerzo. Son los propios peques, dos por cada sector, quienes llevan los restos, añaden el estructurante y remueven. ¡Y les gusta mucho!

¿Qué os cuentan las familias sobre el tema del compostaje?

Hay mucha concienciación. Algunas familias comentan que en casa sus hijo/as no les dejan tirar nada orgánico a otro contenedor. Incluso piden en casa su cubito marrón.

El ver como se cierra el ciclo y que todo se aprovecha se convierte en algo importante.

Nos encanta ir a la compostadora y remover y ver los bichitos que están allí. De hecho, hemos tenido una lagartija que ha vivido en la ella comiendo mosquitos.

En todas las fases implicamos a las familias. Por ejemplo, en agosto se hace una reunión con las familias y entonces se abre la compostadora. Padres y madres criban el compost y lo dejan  para su uso en el huerto. Lo cierto es que abrir  la compostadora y disfrutar de esa tierra con olor a bosque es una magia, es maravilloso.

Compostaje y huerto van de la mano ¿Cómo trabajáis el huerto siendo tan peques?

Pues fíjate que nos daba miedo que al ser procesos largos: germinar, trasplantar, crecer… perdieran su interés, pero ni mucho menos.

Integramos los procesos para que estén muy presentes: los semilleros están en el aula o en su comedor para que puedan observar el proceso. Algunas veces es más rápido y atractivo, como con las pipas de girasol que salen en unos días. El alumnado flipa.

Casi todos los días salimos al huerto, haga frío o calor. Se ponen sus botas y se realizan las tareas del huerto. Tenemos 3 bancales de producción y un bancal de experimentación. Como son tan txikis nos dimos cuenta de que teníamos que organizar las tareas de la huerta pero evitando que fuera una actividad muy dirigida.

Con cada grupo salen 2 adultos para que se encarguen de las tareas de huerto en los bancales de producción y de estar con la chiquillería en la zona de experimentación, donde se prepara una propuesta de juego. Así, la gente menuda puede elegir si estar en el bancal de juego o participar en la parte de producción, pero siempre con control: “Te explico lo que estoy haciendo, cómo lo estoy haciendo, por qué lo estoy haciendo y te invito a participar”.

Alguna vez también hemos hecho sesiones de huerto en silencio, es decir, sin que el equipo educador intervenga, y ha sido maravilloso ver cómo son capaces de organizarse.

Y cuando llegan las vacaciones los semilleros se los llevan a casa trabajando la responsabilidad individual.

Con las familias hacemos algunas actividades tales como trasplantar al huerto.

¿Cómo es la cosecha del huerto?

Los niños y niñas siembran, cuidan, riegan, trasplantan, recolectan y llevan los productos a la cocina para que Cristina, nuestra cocinera, los prepare y se los puedan comer.

Aunque hay que decir que, a veces, vamos a recolectar y algunos frutos no llegan a la cocina. Por ejemplo, cuando toca recoger guisantes y fresas, es frecuente que se sienten al borde del huerto a desgranar y a comérselos, así que a la cocina ¡no llega ni uno!

Eso sí, el año pasado tuvimos unas acelgas espectaculares, tantas que tuvimos que congelar y aprovechamos para hacer una tortilla de acelgas para la fiesta de fin de curso con todas las familias.

Nuestro proyecto se llama “CULTIVANDO LOS SENTIDOS” y esto es lo que hacemos: dar rienda suelta a nuestra sensorialidad.

Somos conscientes de la necesidad de renaturalizar los espacios exteriores y sacar las aulas al aire libre. Es muy enriquecedor.

Hablamos de lo interesante que es observar y analizar a los y las niñas en contextos diversos y ahí sale el tema de las grabaciones de las sesiones del huerto

Seguimos investigado y buscando el sentido pedagógico del huerto. Descubrimos y aprendemos constantemente. Grabamos las sesiones en el huerto, a veces para observar a un niño o niña, para ver qué procesos llevan a cabo, cuáles son sus intereses, sus necesidades….. Es una herramienta muy potente para ayudarnos en nuestra tarea educativa.

Por ejemplo, el curso pasado teníamos una niña que demandaba mucha atención física, de contacto con la educadora. Al ver las grabaciones, nos dimos cuenta de que necesitaba una referencia constante, pero modificamos el cómo. A partir de aquel día, estábamos pendientes y, en cuando hacía contacto visual, reforzábamos verbalmente y con la mirada lo que estaba sucediendo. Su actitud cambió totalmente. Se desapegó de la educadora y mejoró su autonomía personal. Fue increíble.

Los días que viene el tallerista, aprovechamos para hacer estas grabaciones. La actividad se prepara, se organizan los roles de cada adulto y, posteriormente, se reserva un tiempo de análisis para reflexionar sobre todo lo que hemos observado.

Este feedback nos ayuda a dar sentido pedagógico a todo lo que ocurre en el huerto y nos prepara para posteriores propuestas. Sin duda, nos permite conocer mejor a nuestros niños y niñas.

Al huerto salimos en grupos pequeños: cada día un máximo de ocho niños-as, y siempre con una pregunta, que nos permite movernos entre la sorpresa y la incertidumbre. Es lo mismo que en las propuestas dentro de la escuela.

Y dicho esto, Cecilia nos ha invitado a conocer el huerto y el proyecto. “Es una bomba pedagógica”, ha concluido sonriendo.

 

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